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-Es difícil olvidarle. Quiero decir, su forma de ser. Sabe que tienes dinero?
-No, nunca se lo he dicho, no lo sabe.
- Bueno, si lo quieres...
-¡No, no! ¡No lo quiero de esa forma!
-D acuerdo entonces. Adiós, Joyce.
-Adiós, Hank.
No mucho tiempo después, recibí una carta suya. Estaba de vuelta en Texas. La
abuela estaba muy enferma, no se esperaba que viviese mucho. La gente
preguntaba por mí. Bla, bla, bla. Besos, Joyce.
Dejé la carta y pude imaginar al mosquito preguntándose cómo había podido yo
dejarme perder todo aquello. El pequeño mamarracho con sus espasmos, pensando
en mi como en un listo hijo de puta. Era duro dejarle allí sólo a merced de los
coyotes de aquella forma.
3
Un día me hicieron personarme en el viejo Edificio Federal. Me tuvieron sentado los
habituales 45 minutos o una hora y media.
Entonces dijo una voz:
-Señor Chinaski?
- Sí -dije yo.
-Entre.
El hombre me llevó a un escritorio. Allí estaba sentada una mujer. Tenia una pinta
más bien sexy, andaba por los 38 o 39, pero parecía como si sus ambiciones
sexuales hubieran sido dejadas de lado por otras cosas o hubieran sido
simplemente ignoradas.
-Siéntese, señor Chinaski.
Me senté.
Nena, pensé, podría darte una cabalgada realmente buena.
-Señor Chinaski -dijo ella-, nos hemos estado preguntando si rellenó usted de
forma adecuada este impreso.
-¿Uh?
-Me refiero a los antecedentes penales.
Me alcanzó la hoja. No había el menor atisbo de sexo en sus ojos.
Yo había puesto 8 o 10 arrestos comunes por borrachera. Era sólo una estimación
aproximada. No tenla idea del número exacto.
-Bueno, ¿lo ha puesto usted todo? -me preguntó ella.
-Hummmm, hummm, déjeme pensar...
Yo sabía lo que ella quería. Quería que yo dijese  sí , y entonces me tendría cogido.
-Déjeme ver... Hummm, hummm.
-¿Sí? -dijo ella.
-¡Oh, oh! ¡Dios mío!
-¿Qué?
-Es algo por estar bebido en un automóvil o por conducir en estado de embriaguez.
Hace unos 4 años o así. No recuerdo la fecha exacta.
-¿Y fue un olvido?
-Sí, de verdad, lo pondré ahora.
-Está bien, póngalo.
Lo puse.
-Señor Chinaski. Tiene unos antecedentes terribles. Quiero que explique estos
cargos y si es posible justifique su presente empleo con nosotros. _
-De acuerdo.
-Tiene diez días para responder.
Yo no deseaba tanto el trabajo. Pero ella me irritaba.
Llamé diciendo que estaba enfermo aquella noche después de comprar papel
numerado y reglado y una carpeta azul de aspecto muy oficial. Me conseguí una
botella de whisky y un paquete de 6 cervezas, luego me senté frente a la máquina
y empecé a escribir. Tenia el diccionario a mano. De vez en . cuando lo abría por
una página, encontraba alguna palabra larga e incomprensible y construía una frase
o un párrafo a partir de ella. Me llevó 42 páginas. Acabé con un .Copias de esta
declaración han sido retenidas para su distribución en prensa, televisión y otros
medios de comunicación..
Yo me sentía lleno de mierda.
Ella se levantó de su escritorio y vino personalmente a buscarme.
-¿Señor Chinaski?
-¿Si?
Eran las 9 de la mañana. Un día después de su requisición para que respondiera de
los cargos.
-Un minuto.
Se llevó las 42 páginas a su escritorio. Las leyó y las leyó y las leyó. Alguien se
puso también a leerlas por encima de su hombro. Luego había, 2, 3, 4, S. Todos
leyendo. 6, 7, 8, 9. Todos leyendo.
¿Qué demonios?, pensaba yo.
Luego oí una voz entre la multitud:
-¡Bueno, todos los genios son unos borrachos! -como si eso lo explicase todo. Otra
vez demasiadas peIículas.
Ella se levantó del escritorio con las 42 páginas en su mano.
-¿Señor Chinaski?
-¿Si?
-Su caso todavía no está cerrado. Ya tendrá noticias nuestras.
-¿Mientras tanto continúo trabajando?
-Mientras tanto continúe trabajando.
-Buenos días -dije.
4
Una noche me asignaron el taburete de al lado dé Butchner. No estaba clasificando
correo. Simplemente estaba allí sentado, hablando.
Una chica joven vino y se sentó a final del corredor. Oí a Butchner decir:
-¡Eh, tú, coño! ¿Quieres mi picha en tu chumino, eh? ¿Eso es lo que quieres, eh,
zorra?
Yo seguí ordenando el correo. El jefe pasó a nuestro lado. Butchner dijo:
-¡Estás en mi lista, mamón! ¡Voy a cogerte bien, so mamón! ¡Podrido bastardo!
¡Soplapollas!
Los jefes nunca le decían nada a Butchner. Nadie le decía nada a Butchner.
Entonces le oí otra vez:
-¡Está bien, nene! ¡No me gusta la pinta de tu cara! ¡Estás en mi lista, cabrón! [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]
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