[ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ] Es más que una historia sonrió finalmente Feldman . Termine de escribirla antes de las dos. Ahora son
las once. Utilice la sala de conferencias y cierre la puerta agregó, mientras paseaba de nuevo . Nos reuniremos
aquí exactamente a las dos y leeremos el borrador. Ni una palabra a nadie.
Los presentes se pusieron de pie y salieron de la estancia, pero no sin antes estrechar la mano de Darby
Shaw. No estaban seguros de si debían felicitarla o darle las gracias, y se limitaron a sonreírle. Ella permaneció
sentada.
Cuando todos se hubieron marchado, Gray se sentó junto a ella y se cogieron de la mano. Tenían ante sí la
mesa despejada de conferencias. Las sillas estaban perfectamente ordenadas a su alrededor. Las paredes eran
blancas y la sala estaba iluminada por luces fluorescentes y dos estrechas ventanas.
¿Cómo te sientes? preguntó Gray.
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No lo sé. Supongo que éste es el fin de la epopeya. Lo hemos logrado.
No pareces muy contenta.
He tenido meses mejores. Me alegro por ti.
Gray la miró.
¿Por qué te alegras por mí?
Tú has atado los cabos sueltos y se publicará mañana.
Tiene todo lo necesario para ser un Pulitzer.
No se me había ocurrido.
Mentiroso.
De acuerdo, puede que lo haya pensado una vez. Pero cuando saliste ayer del ascensor y me dijiste que
García estaba muerto, dejé de pensar en el Pulitzer.
No es justo. Yo hago todo el trabajo. Utilizamos mi cerebro, mi belleza y mis piernas, y tú eres quien se
lleva la fama.
Me encantará utilizar tu nombre. Te reconoceré como autora del informe. Publicaremos tu fotografía en
primera plana, junto a las de Rosenberg, Jensen, Mattiece y el presidente, Verheek y...
¿Thomas? ¿Publicaréis también su fotografía?
Depende de Feldman. En este caso él tiene la última palabra.
Darby reflexionó, pero no dijo nada.
Bien, señorita Shaw, dispongo de tres horas para escribir la historia más importante de mi vida. Una
historia que conmocionará al mundo. Una historia que podría derrocar al presidente. Una historia que resolverá
los asesinatos. Una historia que me hará rico y famoso.
Será mejor que dejes que yo la escriba.
¿Lo harías? Estoy cansado.
Trae tus notas. Y un poco de café.
Cerraron la puerta y despejaron la mesa. Un ayudante de la redacción trajo un PC, con una impresora. Le
mandaron por una cafetera. Y luego por fruta. Diagramaron la historia por secciones, empezando por los
asesinatos, luego el caso pelícano en el sur de Louisiana, a continuación Mattiece y su vínculo con el presidente,
seguido del informe pelícano y todos los trastornos que había causado, Callahan, Verheek, acto seguido Curtis
Morgan y sus agresores, White & Blazevich y Wakefield, Velmano y Einstein. Darby prefería escribir a mano.
Resumió el pleito, el informe y lo conocido acerca de Mattiece. Gray se ocupó de lo demás y escribió borradores
a máquina.
Darby era un modelo de organización, con notas cuidadosamente ordenadas sobre la mesa y palabras
meticulosamente escritas sobre papel. Él era un torbellino desordenado: papeles en el suelo, charlas con el
ordenador, y párrafos descartados apenas acababan de ser impresos. Ella no dejaba de pedirle que guardara
silencio. Esto no es la biblioteca de una facultad de Derecho, respondió Gray. Sino un periódico. Aquí se trabaja
con un teléfono en cada oreja y alguien dando voces.
A las doce y media, Smith Keen les mandó algo de comer. Darby comió un bocadillo frío y contempló el
tráfico de la calle. Gray examinaba informes electorales.
Darby le vio. Estaba apoyado contra un edificio al otro lado de la calle Quince, y no habría tenido nada de
sospechoso, a no ser porque una hora antes estaba apoyado junto al hotel Madison. Tomaba algo en un gran vaso
de plástico y vigilaba la entrada principal del Post. Llevaba una gorra negra, chaqueta de lona y tejanos. Tenía
menos de treinta años. Y permanecía ahí inmóvil, vigilando. Darby mordisqueó su bocadillo y le observó
durante diez minutos. Tomaba sorbos de su taza, pero no se movía.
Gray, ven aquí, por favor.
¿Qué ocurre? preguntó después de acercarse.
Darby señaló al individuo de la gorra negra.
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