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delicada de dar pábulo a la sensibilidad, tendían a dejar a un lado los aspectos más amplios, más
estructurales de la literatura. ¿Qué había pasado con la historia literaria? Lo que se necesitaba era
una teoría literaria que a la vez que preservara la tendencia formalista de la Nueva Crítica y su
tenaz atención a la literatura más como objeto estético que como práctica social, obtuviera de todo
ello resultados mucho más sistemáticos y científicos. La respuesta llegó en 1957, en la vigorosa
"totalización de todos los géneros literarios que presenta el libro Anatomy of Criticism, del
canadiense Northrop Frye.
Frye estaba convencido de que la crítica se hallaba en un estado de lamentable desbarajuste
que nada tenía de científico y que necesitaba ser cuidadosamente puesta en orden. Había tantos
juicios de valor subjetivos como garrulería ociosa, y, por consiguiente, se necesitaba con urgencia
la disciplina de un sistema objetivo. Esto era posible, sostenía Frye, porque la misma literatura
formaba ya un sistema así. No se trataba, en realidad, de una colección fortuita de escritos
dispersos a través de la historia: si se la examinaba con cuidado podía verse que funcionaba
aplicando ciertas leyes objetivas, y que la crítica podría hacerse sistemática al formularlas. Estas
leyes encerraban las diversas modalidades, los arquetipos, mitos y géneros con los cuales se
estructuran todas las obras literarias. En la raíz de toda literatura se encuentran cuatro  categorías
narrativas  lo cómico, lo romántico, lo trágico y lo irónico- que podrían corresponder
respectivamente a los cuatro mythoi de la primavera, el verano, el otoño y el invierno. Podría
delinearse una teoría de las "modalidades" literarias, según la cual, en el mito, el héroe es superior
a los otros por la clase a que pertenece, en el romance, la superioridad es cuestión de grado, en las
modalidades  profundamente miméticas de la tragedia y de la épica, el héroe es superior en
grado a otros pero no a su ambiente, en las modalidades moderadamente miméticas de la comedia
y del realismo, el héroe es igual al resto de nosotros, e interior dentro de la sátira y de la ironía. La
tragedia y la comedia pueden subdividirse en altamente imitativas, moderadamente imitativas e
irónicas. La tragedia trata del aislamiento humano, y la comedia se refiere a la integración humana.
Tres modelos recurrentes de simbolismo  el apocalíptico, el demoníaco y el analógico se
identifican. Se puede poner en movimiento todo el sistema como teoría cíclica de la historia
literaria: la literatura pasa del mito a la ironía y retorna al mito. En 1957 evidentemente nos
hallábamos en algún punto de la fase irónica, en el cual ya se percibían señales del inminente
retorno a lo mítico.
Para establecer su sistema literario, del cual lo que arriba dijimos es sólo una exposición
parcial, Frye ante todo hizo a un lado los juicios de valor como meros ruidos subjetivos. Cuando se
analiza la literatura hablamos de literatura, cuando la evaluamos hablamos de nosotros mismos.
Asimismo, el sistema debe expulsar todo tipo de historia, excepto la literaria. Las obras literarias
están hechas con otras obras literarias, no con materiales externos al sistema literario. Así, la
ventaja de la teoría de Frye radica en que conserva la literatura libre de la contaminación de la
historia al estilo de la Nueva Crítica, y la considera como reciclaje de textos -cerrado y ecológico-,
pero, al contrario de lo que ocurre con la Nueva Crítica, encuentra en la literatura un sustituto de la
historia, con el alcance global y las estructuras colectivas de la misma historia. Las modalidades y
los mitos de la literatura son transhistóricos, reducen la historia a la monotonía o a un conjunto de
variaciones repetitivas sobre los mismos temas. Para que el sistema pueda sobrevivir debe
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Terry Eagleton  Una introducción a la teoría literaria
permanecer estrictamente cerrado. Por temor a que se desajusten sus categorías no debe permitirse
que nada externo las infiltre. A esto se debe que el impulso  científico de Frye exija un
formalismo aun más recio que el de la Nueva Crítica. La Nueva Crítica reconoció que la literatura
era, en algún sentido significativo, cognoscitiva, y que proporcionaba cierto conocimiento del
mundo. Frye insiste en que la literatura es una  estructura verbal autónoma totalmente ajena a
cualquier referencia fuera de ella, un coto cerrado, que mira al interior de sí mismo y que  encierra
vida y realidad en un sistema de relaciones verbales .1 El sistema se reduce a barajar y volver a
barajar sus unidades simbólicas en cuanto a sus relaciones mutuas, más que en relación con
cualquier realidad externa al sistema. La literatura no es una forma de conocer la realidad sino una
especie de sueño utópico colectivo que ha continuado a través de la historia, una expresión de esos
anhelos humanos fundamentales que dieron origen a la civilización pero que nunca se satisfacen
plenamente dentro de ella. No ha de verse como autoexpresión de autores considerados
individualmente, los cuales no pasan de funciones de este sistema universal. La literatura nace del
tema colectivo de la especie humana, y en esa forma encarna arquetipos o figuras de significación
universal.
La obra de Frye subraya en esa forma la raíz utópica de la literatura porque siente
profundo temor por el verdadero mundo social, y porque le desagrada la historia. En la literatura,
y solamente en la literatura, puede uno despojarse de las sórdidas  exterioridades del lenguaje
referencial y descubrir un hogar espiritual. Los mythoi de la teoría son, significativamente
imágenes preurbanas de ciclos naturales, recuerdos nostálgicos de una historia anterior al
industrialismo. Para Frye la historia real es servidumbre y determinismo, mientras que la literatura
es el único lugar donde se puede ser libre. Vale la pena preguntar, en qué clase de historia hemos
estado viviendo a fin de que esta teoría resulte convincente, así sea en grado mínimo. La belleza de
este enfoque es que combina hábilmente un esteticismo a ultranza con un  cientificismo
eficazmente clasificador, con lo cual mantiene a la literatura como alternativa imaginaria a la que
ofrece la sociedad moderna, a la vez que da respetabilidad a la crítica en función de esa sociedad.
Despliega una viveza iconoclasta contra la palabrería literaria y encaja cada obra en la sección que
le corresponde con la precisión de una computadora, pero aunando nostalgias profundamente
románticas. En un sentido es  antihumanista , pues resta importancia al sujeto humano individual
y centra todo en el sistema literario; en otro sentido es obra de un humanista cristiano
comprometido (Frye es clérigo), para quien la dinámica que impulsa a la literatura y a la
civilización -el deseo- sólo hallara cabal cumplimiento en el reino de Dios. [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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